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Mi comienzo de verano

Y te agarré de la mano,

 

y con esa emoción de hermanos nos miramos curiosos, encontrando esa niñez compañera para ambos.

 

Tus ojos sonreían como los de papá cuando nos abrazaba hasta el infinito.

 

Y entonces te vi en él.

 

Esa chispa tan tuya en un cuerpo de oso enorme que colocaba sus manos al andar cruzadas hacia atrás, pensando quizá en el ayer o en el hoy a la vez.

 

Y sentí tu piel acariciada por el sol que dejaba entrever tus graciosas pecas.

 

Tu pelo había oscurecido y se alternaba con el gris que te hacía como decía mamá, más interesante.

 

Una voz rota que jugaba con esa risa infantil irresistible.

 

Un bebote que acababa con la compota de manzana, el puré de patata y el queso de toda la casa, sin olvidar el currusco de pan (en todo eso sí que nos parecemos).

 

Y lo que pesabas, ojos de luna y mofletes donde no cesaban los besos y mimos por mi parte.

 

Una irrepetible línea de amor, alegre o amarga, pero nuestra que nos ha hecho crecer juntos.

 

Y al repetirme te quiero hermana, son mis ojos los que te sonríen esta vez a ti desde lo más profundo.

 

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