¡No te vayas! ¡Espera!

¡No te vayas! ¡Espera!

Una mirada fija le dijo a la otra.

Entonces una tímida sonrisa hizo un guiño inesperado.

Un leve soplo al respirar hizo que un travieso molinillo del bosque ascendiera flotando en armonía con el aire, cayendo en una pequeña rama de un viejo árbol.

La tierra mojada lo inundaba todo con su aroma.

¡No te vayas! ¡Espera!

Le dijo el sonido del agua cuando acariciaba a la roca.

Y en su descenso se encontró viajando hacia el todo.

Las huellas iban desapareciendo sin permiso, llamando al camino.

¡Vuela alto mariposa! ¡Tan alto como puedas!

Y en su descenso el néctar de una flor extendió un manto aterciopelado de intensos colores.

¡Espera! ¡No te vayas aún!

El día llamaba al tiempo y apareció la noche, el sol hablaba a la luna que escuchaba atenta.

Entonces extendió sus rayos la abrazó y bailaron.

 

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