Cuando me abrieron sus puertas unas franciscanas inigualables, sentí Paz.
Cada día una sonrisa, una voz, ojos que me enriquecían a través de sus acciones.
Un sinfín de compañeros convertidos en amigos.
Alumnos que crecían a mi lado y me hacían crecer.
También hoy, silencios que expresan tanto por descubrir juntos.
Te acercas sigilosamente, cierras los ojos memorizando cada uno de los rincones llenos de colores con distintos matices que te hacen viajar en el tiempo.
Detalles de vida, porque estar con el Buen Consejo, es amar, es vocación.
Es familia, por eso mis pasos me guiaron un día hacia él.
Recuerdo a mamá feliz abrazándome sin parar y a papá orgulloso diciendo que iba a ser mi lugar.
¡Mis incondicionales papás!
Mi interior no es sino suyo. ¡Los quiero tanto!
Y hoy, a través de mis hermanos y el cómplice de mi vida, mi marido, me han convertido por unos momentos, en un hada, tan feliz que no puede dejar de emocionarse con y por esta maravillosa sorpresa.
Y… aunque no tenga varita mágica, no me haría falta para recoger los pedacitos de tantos corazones que, a través de un precioso álbum con alma, precedido por la Virgen del Buen Consejo con Jesús a su lado y flores que abrigan al todo, salga de mi voz la palabra que expresa una y otra vez, mi sentir.
GRACIAS.