No hay un tesoro más preciado que llevar consigo. Se llena de las cosas más inesperadas, sorprendentes.
Porque no dejan de ser coquetas: su polvera y barra de labios indispensables, pañuelos, un peine, sus gafas…
¡Ah! Sin olvidar su completo monedero con sus fotos preferidas y algún que otro dulce para endulzar los momentos.
Todo ello, guardado con un mimo especial.
Mejor cruzado o colgado que hay que cuidar la espalda.
No hay más que verlas tan orgullosas con su bolso, un regalo deseado.
Además, ni siquiera el color importa o su forma, porque lo abrazaría igualmente.
Es todo suyo, su mirada delata en ella esa incomparable ternura con que la abuela rinde homenaje al paso del tiempo.
Sabiduría que expresa su rostro, a veces escondida para quien todavía no ha experimentado la belleza de un arcoíris, pero que todavía puede encontrarla .
Cada uno tenemos ese objeto preciado que nos hace sentirnos más persona y con ello, podemos alcanzar a entender la importancia de seguir siendo.