La que hace que sienta y aprenda cada día a escuchar.
La que nos avisa de lo maravilloso que es vivir y nos enseña de la muerte.
Está a veces tan escondida que salgo a buscarla y cuándo la encuentro, me pregunto si es la mía.
En el silencio de la noche me abruma su calma y por el día me invita a explorar el mundo.
¿Dónde estás?
Te llamo y no me contestas, pasa un instante, te asomas.
Entonces el momento se refleja en un nuevo despertar.
El reflejo de mi sombra me acompaña y me abraza.
Por fin.
Ahora estás aquí, no te marches sin avisar.
Aún te necesito para tanto…
Y la tuya.
¿Dónde está?