Hacia el futuro, con lecciones donde habita el compartir con alma.
Mis letras no son sino el sentimiento y abrazo de toda la comunidad educativa franciscana de la que nos sentimos parte.
Y hoy, nuestra voz se dirige hacia vuestra tímida mirada, donde la emoción se viste de gala, los ojos parpadean lágrimas de algodón y los suspiros tienen una entonación especial.
Donde aparece el momento maravilloso en el que se dibuja un gran corazón, el vuestro.
Un lenguaje en el que la luz de la sabiduría se entrega incondicionalmente a los demás, cada día, hoy y mañana.
Con un hilo de esperanza que se teje a través del Amar.
Y San Francisco lleno de júbilo inundando de sonrisas el Buen Consejo haciéndonos partícipes de la fe que nos permite dar.