Nuestras velas đŻ de adviento nos reciben con su luz esperando en cada momento ver nuestros ojos llenos de esperanza para recibir a travĂ©s de una inmensa fe al que nos ha de guiar con su amor y entrega incondicional como nuestro Padre.
Tales palabras Madre y Padre simbolizan tanto y todo. El alma despierta al pronunciarlas en un océano de sentimientos, mågicos momentos de espera sin fin.
Entonces los pasillos del Buen Consejo se transforman, si, en un mundo de diversos ecosistemas, color, equilibrio y respeto hacia la naturaleza.
No podemos dejar de mirar a las Meninas que nos invitan a seguir la lĂnea del tiempo con una creatividad en su hacer indiscutible.
Inmersos en la jungla, todo un mundo verde y salvaje, fresco e insólito, paralelo a otro manso, que se asoma a través de una entrañable granja que te acoge con sus dóciles criaturas.
Y de repente, nos vemos inmersos en una majestuosa montaña de arena recodando la inmensidad del saber y seguir adelante, avanzando.
 Mientras un majestuoso manto gĂ©lido y blanco de belleza incomparable con sus juguetonas focas saludan a los pingĂŒinos llamando al despertar a las miradas expectantes y armĂłnicos movimientos de existencia.
Para acabar con un maravilloso espectĂĄculo en un fondo del mar tan puro, que sientes que puedes flotar, deslizĂĄndote con las algas con permiso de los corales, con un sinfĂn de melodĂas que empiezan y acaban en ti, en mĂ, en nosotros.
EstĂĄn presentes todos y cada uno de ellos. Entonces se escucha el silencio y desaparece el miedo.