Érase una vez, un árbol que lloraba hojas, las hojas buscaban flores y las flores expectantes, recibían a sus huéspedes.
Érase una vez, una piedra que rodaba por un camino, el camino llegaba hasta la casa y la casa se llenó de voces.
Érase una vez, una sonrisa que dibujaba una cara, la cara se encontró con unos ojos repletos de emociones y las emociones, transmitieron una belleza sin igual.
Unas cálidas manos, ofrecieron una lluvia de mensajes de esperanza cubiertos de abrazos de caramelo.
Se formó entonces un gran corro de corazones unidos por la caricia del viento.
Érase una vez, dos y hasta tres o más…
Y por fin, el picaporte abrió la puerta, la puerta mostró la entrada y la entrada invitó al tiempo que enseñó el mundo.
Volaron las aves, y el ala rota se convirtió en una preciosa pluma para ofrecerte el más bello cuento donde estás tú.
La tierra se respiró amor y el cielo le hizo un sabio guiño de amor.