El rey Baltasar me la trajo hace tiempo, pero ahí está, sigue cerca de mí.
Ha viajado bastante, estuvo con la familia durante años y luego, cuando nos cambiamos de casa vino conmigo. ¡No sé cómo acabó con mi tía, ah! sí, ya recuerdo estaba triste y se la llevé.
¡Qué contenta se puso! La hizo un camisón y la puso un lazo. Y allí la acompañó hasta que se marchó de viaje, dónde volvió a mí.
Da la bienvenida todos los días a todo el que se pasa por el despacho, observando en silencio. Uno de mis alumnos me dijo que le daba miedo, pero cuando le conté su historia y la cogió entre sus brazos, la miró con ternura.
Lo entendí al mirarla porque además de trasquilones en su pelo, no tiene pestañas, pero cuando te fijas en esos ojos color caramelo, sientes cosquillas de amor en esa delicada piel morena.
Hemos jugado y disfrutado tanto, que cuando todo esté más tranquilo, les he contado que la llevaré al hospital de los juguetes dónde los reparan y los dejan como nuevos.
La pondremos unas bellas pestañas, aunque por ahora, podemos esperar juntas ese momento, al fin y al cabo, yo la veo a través de sus ojos.
Nos observa curiosa y siento que ha encontrado su lugar aquí, con nosotros en nuestro precioso cole.