Me observan tus grandes ojos café,
que miran desde el cielo, aunque haya tormenta.
Una sonrisa que inunda de ternura todo momento, porque lo que amas está cerca de ti.
Tu voz abierta, limpia y azul como el océano.
Unos brazos con alas, que acogen a través.
Y unas manos de pianista, cual poeta
escribiendo historias del alma.
Papá, te miraría dormir y te esperaría, para dibujar un corazón juntos.
Queriéndote y dándote más.
Hablaría con las estrellas fugaces,
para que su destello, te llevase hasta mí de nuevo.
Y escribo yo también, esperando ese tiempo, y compartir amando.
Sueño inacabado de felicidad, fueron tus palabras hacia mi.
Ya no tengo miedo, Papá.