Con su olor a salitre meciendo a las algas en un dulce y embriagador paseo por las rocas.
Mejillones que han descansado en ellas mientras dormían, tranquilos, sin miedo a ser devorados.
Y ese espíritu libre que golpea con furia las aguas de color turquesa que reflejan los rayos de un sol inquieto y expectante.
Escuchando el sonido de las olas, se visten las más hermosas historias jamás conocidas y que viven en el misterioso horizonte de un mar que promete hechizar con su poder.
Observando en silencio, una escucha resplandeciente en sí misma.
Caricias de los alevines en los pies, conchas abandonadas en la orilla y sobre todo vidas que sienten y te hacen sentir.
Huellas hundidas en la arena y pasos de piel que se dirigen hacia…
Las caracolas con el susurro inevitable del mar y entonces…