Mi querido invierno, cuanto te he esperado.
Miro por la ventana y busco los copos de nieve que anuncian tu llegada.
Cojo los guantes y el gorro para saludarte y envolviéndome en una confortable bufanda, doy un salto de alegría.
¡Estás aquí! Con tu inigualable manto blanco con el que vistes a las montañas, adornando los valles y los ríos como un bloque helado por el que soñamos deslizarnos.
A pesar del chirriar de los dientes y esos mofletes sonrosados, el abrigo parece hacer una señal para salir a compartir ese frío tan tuyo que nos envuelve en un despertar.
Y llamas a la lluvia, tu consejera y amiga para que la sabia naturaleza siga su camino con la compañía del viento.
Los árboles enseñan su desnudez, en fila, en parejas a veces mirando el horizonte curioso.
Duermen los más soñadores y los seres más atrevidos corren expectantes dónde un pequeño gesto ofrece esa sonrisa tan deseada a pesar del frío.
Tienes tanto encanto señor invierno y una vez más nos has sorprendido.
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