Quién no recuerda la ilusión de tenerte, de madera, metal o tela.
Con corchetes o cremalleras y si eras afortunado, de doble grosor.
Sus pinturas dentro se deslizaban libremente en el espacio que les tocaba, o bien estaban perfectamente alineadas cada una en su gomita, en el lugar ya preestablecido.
Toda una fantástica gana de colores asomaban a su paso, intensos fríos, suaves, cálidos que al verlos nos hacían sentirnos dueños del mundo.
Y qué decir si llevaban consigo una o dos gomas de borrar y el indispensable sacapuntas dándose a conocer, ambos como grandes protagonistas.
Un mundo de sensaciones y tacto donde nuestras manos se pierden en la búsqueda de un bolígrafo que nos indica que ya somos mayores. Con esos increíbles rotuladores mágicos que nos llamaban a colorear todo lo inimaginable.
Líneas que convergen, trazos indefinidos y color por doquier, dónde la fantasía da lugar a una creatividad que hace de cada uno un verdadero artista. Todo tiene un porqué, formas y movimientos nunca vistos se alzan valientes ante ojos inquietos y expectantes.
Y a pesar del tiempo, sigues siendo tan indispensable porque llevas consigo los instrumentos que nos guían para expresar creando lo que nos emociona y nos hace abrir nuestro corazón a detalles que marcan un momento irrepetible.