Basta con ver su sonrisa para sentir que es feliz.
Alrededor de ella ese aroma floral dónde el color lo inunda todo.
Florecillas silvestres blancas, amarillas y naranjas.
Las violetas llaman su atención con permiso de los pensamientos.
Un precioso ramo de terciopelo, Lola sonríe.
Su quiosco es un bello jardín dónde perderse de lo mundano, dónde recorrer un mundo de esperanza, dónde la fantasía ocupa su lugar.
Un preciado rincón de naturaleza, momentos de contemplación y armonía.
Un equilibrio sólo roto a través de la pausa de una mirada inquieta, curiosa.
Unos ojos que hablan de preciados momentos vividos que marcan un antes y un después.
Y una voz, la de ella que te mira con una ternura infinita.
Unas manos frágiles que se mueven al ritmo del viento que le acompaña.
¡Cuánto que expresar con tan poco!
Y tú con ella, a su lado compartiendo la esencia de esos mágicos momentos.
Gracias Lola por enseñarme a ver más allá, dónde lo posible depende de ti.